Tesoros en tiempos de revuelta

Egipto atraviesa en estos momentos por una revuelta social que reivindica la destitución de su actual presidente. Cualquier persona que lea periódicos estos días observará que este tema ocupa varias páginas.

Pero Egipto ha sido siempre referente de momias, pirámides, y joyas que tienen milenios de antigüedad. ¿Qué pasa con ellas?

Soldado egipcio custodiando el Museo de El Cairo

El pasado viernes y el sábado los periódicos dedicaron bien una página, media, o simplemente una columna a anunciar los destrozos que la actual revuelta ha causado en el mítico Museo del Cairo: tal como informa el diario El país, se han cargado dos momias y han roto numerosos objetos de faraones como Tutankamón.

Hay quien se alarma. Hay quien se echa a llorar o se cabrea. Y a quien, como yo, sabe que es lo de esperar. Ante las revueltas sociales, tal  como su nombre indica, hay que estar alerta ante los lugares y símbolos sociales más importantes, porque es lo que se va a destruir. Una revuelta no se va a cargar símbolos políticos de primeras, no va a ir y van a atentar contra el presidente, y ya está. Se empieza por el principio, por la cultura, por la historia. Como bien publicó una amiga mía en su twitter, “para destruir un país primero hay que destruir su historia”.

Con todo esto, quiero decir y anunciar a todos los que vayan de víctimas respecto las pérdidas del Museo, que el follón que hubo con las reliquias se podía haber EVITADO. Los tesoros históricos cobran mucho más valor en tiempos revueltos. Y como siempre, una buena manera de estar prevenido es conociendo la historia del mundo.

Aquí os dejo una historia sobre tesoros arqueológicos en tiempos de guerra.

A finales del siglo XIX, el arqueólogo alemán Schliemmann descubrió la legendaria ciudad de Troya. Los tesoros que fue descubriendo, llamados el Tesoro de Príamo, los fue enviando al museo de Grecia, aunque el territorio de Troya se encontrara en la actual Turquía. Entre las muchas piezas encontradas, como vasijas y objetos del hogar destacaba un conjunto de joyas, compuesta de entre otras cosas, una diadema de oro, collar y pendientes en perfecto estado de conservación, las cuales Schliemman dedujo que pudieron ser perfectamente dignas de la mujer griega más bella y famosa de todos los tiempos, Helena de Troya.

Es famosa esta imagen de la esposa de H. Schliemann, Sophie, con las joyas que pudieron haber pertenecido a Helena de Troya. Como anécdota romántica, destaca que Schliemann llamaba a su esposa Helena, en honor a la princesa griega.

Pues bien, las autoridades turcas reclamaron el tesoro, y Schliemann no tuvo más remedio que devolver las piezas al Museo de Constantinopla. Más tarde, y debido al origen alemán del arqueólogo, el tesoro fue llevado al Museo de Berlín. Y aquí viene lo interesante: durante la II Guerra Mundial este museo fue saqueado, y las joyas se perdieron. No se supo nada de ellas, se daban por perdidas y destruidas, hasta que los rusos reconocieron tener el conjunto, en el Museo Pushkin de Moscú.

Desde entonces, y en el contexto de la Guerra Fría, fueron cuatro los museos que reclamaron el Tesoro de Príamo: el de Grecia, el de Constantinopla en Turquí, el Pushkin de Moscú y el Museo Berlinés.

Finalmente, hubo solución salomónica: el tesoro se dividió.

Algunas de las joyas del Tesoro de Príamo

Así que, señores encargados de museos de las grandes ciudades en tiempos de crisis social: no lo olviden, ahora las piezas tienen más importancia que nunca, CUÍDENLAS. Saben que es su única tarea.

Una respuesta a “Tesoros en tiempos de revuelta

  1. Buscador de Corazones

    Y tanto Clara, por muy jodidos que estemos, por muy revolucionarios que sean nuestros planes siempre tenemos que poder mirar al pasado, aunque sea para decir: Vaya por dios, ¡Qué mal lo hicimos!¡No lo repitamos!

    Aunque a mi me mueva mas la filantropía en estos casos (pues el arte es una de las esperanzas que tengo depositadas en el hombre), también necesito pensar que esas piezas de lo antiguo no son solo uno de los síntomas de nuestra enfermedad de Diógenes humana.

    Un saludo, buen blog!

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